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Curso de Prevención de Violencia Intrafamiliar, UNED |
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Elena Martínez Herrera, Educadora del Equipo de Intervención Familiar del Centro Territorial de Servicios Sociales de Torrelavega (Cantabria).
¿Qué
te llevó a ser Educadora social?
Una inquietud adolescente. Comencé a realizar distintos
voluntariados, tengo el recuerdo de que con el sentimiento de orgullo de dedicar
mi tiempo a aquello de “ayudar a los demás”, cosa que me hacía sentir bien. Con
ello, descubrí otras realidades, me puse en contacto con otros colectivos más
allá de las paredes de mi acomodada casa y escuela. Aquellos niños/as y
familias me enseñaron mucho, aprendía cada día, maduraba un poco más con cada experiencia.
Es entonces cuando comencé a plantearme
seriamente que me quería dedicar a ello, pero con 17 años no estaba
evidentemente preparada. Comencé a buscar, ni siquiera sabía que existía la Diplomatura en
Educación Social, por lo que comencé cursando el Ciclo Formativo de Animación
Sociocultural, lo más parecido a lo que yo quería en aquel momento. Compaginando
los estudios con el voluntariado, di el salto a la carrera y tras esta, a la Licenciatura en Psicopedagogía,
en una búsqueda por completar una formación de índole más psicológica. No fue
un camino fácil, mi familia no entendía mi inquietud… en aquel momento, era una
carrera muy desconocida aún y quizá un tanto incomprendida… ¿lo sigue
siendo?...
¿Cuánto
tiempo llevas trabajando en casos de menores violentos? ¿Te encuentras muy a
menudo con este tipo de casos?
Con menores con conductas violentas he tomado
contacto desde los inicios de mi andadura. Con mis primeros acercamientos con
jóvenes en situación de riesgo de exclusión social, ya pude conocer a chicos y
chicas con altos niveles de agresividad. Sin embargo, estas conductas estaban
más dirigidas hacia otros jóvenes, dentro del grupo de iguales o a través de
comportamientos delictivos. El trabajo directo con menores con conductas de
maltrato hacia sus padres, lo comienzo hace aproximadamente cinco años, a
través de mi trabajo en Servicios Sociales de Atención Especializada.
¿Qué pasos han de seguir las familias que se encuentran en
esta situación? ¿Adónde tienen que acudir?
Opino que el primer paso es asumir la situación
y hacer frente al sentimiento de vergüenza o culpa. Hay reticencias a la hora
de visibilizar que se está viviendo una situación de violencia en el hogar, de
evidenciar que tus hijos/as no te
respetan como padre o como madre, que la situación “se te ha ido de las
manos”. La mayoría de las familias tienen un alto sentimiento de fracaso como
padres o madres, como principales cuidadores y educadores de sus hijos y se
ponen muchas barreras a la hora solicitar ayuda. Sin embargo, ante una
situación de violencia en el hogar, una vez se han tratado de poner los medios
en casa, o se ha pedido ayuda a familiares y amigos sin éxito, lo más
conveniente es solicitar ayuda profesional y acercarse a los Servicios Sociales
de Atención Primaria (S.S.A.P) que correspondan y explicar la situación. Desde
aquí, se pondrán los medios y recursos necesarios, o se derivará al servicio
más adecuado para ayudar a estas familias a afrontar su situación y promover soluciones.
¿Es muy
complicado cambiar la actitud de estos menores?
¿Es muy complicado cambiar la actitud de estos padres?.... Cuando una
familia llega al Servicio de Atención a la infancia, Adolescencia y Familia, la
dinámica familiar en cuanto a la conducta violenta se encuentra ya en un estado
muy avanzado, dañado y complejo. Es habitual que pasen meses e incluso años
hasta que los padres y madres deciden
buscar ayuda, muchas veces a través de la denuncia o delegación de guarda, por
lo que la espiral de la violencia está llegando a sus límites. Cuando un menor
llega a agredir a sus padres, no lo hace de un día para otro, forma parte de un
proceso educativo que comienza desde que nace, parte de las pautas de crianza
más básicas y en el que confluyen factores personales, familiares y sociales.
Es por ello que la intervención con estos chicos/as no podemos entenderla desde
la individualidad, si bien cada familia tiene sus características y necesidades
particulares, es importante entender su abordaje desde la una perspectiva
circular, ecológica y sistémica. Apuntar que nosotros, como profesionales, no
cambiamos nada. Tan sólo podemos intervenir para acompañar al menor en el
proceso de cambio de la conducta violenta entendiendo que toda conducta es
aprendida y que, por lo tanto, se puede modificar.
¿Qué
les aconsejarías a los padres que se encuentran en esta situación?
Como te comentaba anteriormente, mi
recomendación es buscar ayuda, asumir que se está viviendo una situación
difícilmente abordable por sí mismos, superar el sentimiento de culpa (no se
trata de hablar de culpabilidad, sino de responsabilidad de todas las partes
implicadas) y visibilizar la situación. No hay nada de qué avergonzarse.
¿Crees que estos menores padecen un síndrome? ¿qué enfoque le das tú?
Definir o no como “síndrome” es una cuestión de índole personal. Bajo mi
punto de vista, en función de mi experiencia como educadora, no puedo
“etiquetar” a un chico/a bajo este concepto, pues en cierta manera parece que
subyace cierta culpa sobre el propio menor. Insisto en la confluencia de
factores personales, familiares y sociales. Nos encontramos con chicos y chicas
que disponen de todo tipo de privilegios de índole material, independientemente
incluso, de la situación económica familiar: televisión en la habitación, play
station 1, 2 y 3, móvil de última generación con conexión a Internet etc. Los
padres y las madres se sorprenden del comportamiento de sus hijos/as bajo el ideas
arraigadas como “pero si le hemos dado todo, nos matamos a trabajar para que no
le falte de nada ¿cómo nos lo paga así?”. El planteamiento inicial que hago a
estas familias es “¿qué es darlo todo?”. Opino que hay un concepto erróneo y
socialmente admitido por parte de los padres en cuanto a que educar y cubrir
las necesidades básicas de sus hijos/as es ofrecerles todo tipo de privilegio
material. Sin embargo, cuando trabajas con estos chicos/as, es fácil intuir las
carencias de índole afectiva, emocional y apego que tienen hacia sus padres.
Que un chico de 15 años dude de que sus padres lo quieren, es bajo mi opinión, grave.
Explícanos una
anécdota...
¿Anécdotas?...Me resulta muy difícil elegir una…
Sin embargo, me viene a la cabeza una situación de alto contenido emocional…Al
hilo de lo anterior, podría resaltar el momento en que un adolescente, con
medida judicial de convivencia en grupo tras la denuncia de su madre por
agresión, con conductas altamente violentas hacia su madre, tanto verbal como
físicamente, con inicialmente rechazo a cualquier tipo de intervención con él y
su familia… se sienta tras un periodo de trabajo y tras meses sin hablar con su
madre en la misma mesa y cuando ella lo
roza con suma suavidad la mano y le dice que lo quiere y que lo echa de menos…
rompe a llorar desconsoladamente y la abraza…. Actualmente, él es ya mayor de
edad, conviven juntos y de vez en cuando se pasan a verme y contarme lo bien
que van las cosas. Sólo por eso, merece la pena levantarse cada día, ponerse la
mochila y continuar trabajando con la ilusión del primer día.
Por último, ¿qué les dirías a las personas que se están planteando estudiar
Educación Social o están estudiando la carrera?
Que crean en lo que hacen. En mi
opinión, una carrera es como el pistoletazo de salida hacia el verdadero
aprendizaje, los estudios te preparan, te dotan de recursos y competencias para
comenzar a llenar tú “mochila” profesional. A partir de que dejas las aulas,
tienes que aprovechar al máximo lo que has aprendido (tan solo un pequeño
bolsillo de tú mochila) con las habilidades suficientes para trasladarlo al
mundo real, y tener bien claro o ser lo suficientemente flexible para saber que
el campo de lo social no es una ciencia exacta, es un ámbito de cambio en el
que creces día a día, con muchas satisfacciones pero también con muchas piedras
en el camino. Pero tanto una cosa como la otra, te ayudan a crecer personal y
profesionalmente. Lo importante: creer en lo que haces y en las personas con
las que trabajas, desde el optimismo y la motivación.
Quieres añadir algo más...
Tan solo… no dejar de creer nunca en la
capacidad de cambio de las personas. A mí, me sorprenden cada día.
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