Se denomina inteligencia emocional a la habilidad para percibir, valorar y expresar las emociones adecuadamente y adaptativamente, es decir, la habilidad para:
- Diferenciar e identificar que tipo de emoción estamos sintiendo y percibir qué emoción están sintiendo los demás. Ser consciente de los sentimientos que nos producen.
- Usar las emociones como medio de comunicación, para favorecer la toma de decisiones, para facilitar la solución de problemas y para hacer surgir nuestra creatividad.
- Comprender cómo las diferentes emociones se combinan, se relacionan entre sí, y la causa de cada emoción.
- Saber regular los sentimientos y enfocarlos hacia la causa y no hacia los demás.
Las personas con una buena inteligencia emocional son más flexibles mentalmente, tienen empatía hacia los demás, solucionan sus problemas más eficazmente y se adaptan a las diferentes circunstancias de la vida.
Las investigaciones que se han llevado a cabo sobre inteligencia emocional muestran claros resultados de que desarrollar esta habilidad es necesaria para mejorar nuestras relaciones sociales y nuestro autocontrol.
Las escuelas son los principales centros donde deberíamos recibir clases de educación emocional; empezar desde pequeños a conocer y regular nuestras emociones nos permitiría obtener buenos resultados en nuestra vida social y profesional, tan importante como recibir clases de Matemáticas, Ciencias Naturales o cualquier otra materia. También es un factor preventivo de trastornos mentales.
Muchos son los profesionales que se dedican actualmente a investigar en este campo, algunos de ellos son:
Eduemo, es un laboratorio de educación emocional de la UNED donde se investiga y se elaboran programas para implantar en las escuelas y hospitales.
Maite Garaigordobil, catedrática de evaluación psicológica, ha diseñado e implantado unos programas para niños de 4 a 12 años en escuelas del Pais Vasco. Estos programas se basan en unos juegos para niños, cooperativos y creativos, que fomentan el desarrollo social y afectivo-emocional de los alumnos, obteniendo muy buenos resultados. En estos juegos nadie pierde ni es eliminado, sus características son la participación, la comunicación verbal y no verbal, la cooperación (todos tienen que contribuir), la creatividad y la diversión. Además estos alumnos mejoran su atención, memoria, capacidad de simbolización y razonamiento lógico.
Raquel-Amaya Martínez González, doctora en Pedagogía, es la autora del programa-guía para el desarrollo de competencias emocionales, educativas y parentales. Este programa se imparte en escuelas de Asturias, en él participan alumnado, profesorado, padres y madres en las mismas sesiones.
El objetivo de este programa es facilitar que los padres y madres adquieran estrategias personales, emocionales y educativas que les permitan implicarse de un modo eficaz en la construcción de una dinámica de convivencia familiar positiva y en el desarrollo de modelos parentales adecuados para los niños y jóvenes.
Rafael Bisquerra Alzina, catedrático de orientación psicopedagógica de la Universitat de Barcelona, es director del Máster en Educación Emocional y Bienestar y del Máster en Inteligencia Emocional en la organizaciones de la UB, patrono de la fundación Eduardo Punset y fundador de la FEM (fundación para la educación emocional), autor de varios libros sobre inteligencia emocional que podéis encontrar en el siguiente enlace: http://www.rafaelbisquerra.com/es/biografia/publicaciones/libros-basicos.html
A pesar de la importancia y validez de resultados de los programas e investigaciones, en España son pocos los colegios donde se imparten clases de inteligencia emocional...
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